Hay pocos deportes en los que un 4-0 a falta de escasos minutos para el final se convierta de pronto en un 0-4. Sólo sucede en la F1 y allí se produzca una sensación de orfandad de la que el perdedor no puede desprenderse. Sebastian Vettel se encaminaba hacia una victoria incontestable tras un fin de semana perfecto, desde el sábado hasta la vuelta 52 de las 67 de las que consta el GP de Alemania, cuando su carrera fundió a negro.

Todo lo hizo bien: la salida, tirar y tomar distancia, recortarle a Raikkonen luego para pasarle (tras la convenientes órdenes de equipo) y aguantar siete giros con gomas de seco cuando una parte del circuito estaba encharcada. Cuando remitía un tanto la lluvia, el teutón pisó un charco y pese a girar el volante desesperado, el Ferrari se deslizó suavemente por el piano y la gravilla, hasta tocar casi despacio con el muro.

Consciente de lo dramático del asusto, Sebastian aporreaba impotente el cuadro de mandos de su monoplaza, sin poder digerir los cero puntos con los que iba a marcharse del circuito de casa; el primero que pisó junto su padre cuanto tenía siete años, y en la famosa Ost Curve (hoy ya eliminada) sintió como el suelo temblaba al paso de los coches de F1. Iba a ser su primera victoria en Hockenheim y era todavía más doloroso.

Lo que podía ser una ventaja a su favor de 17 puntos en el Mundial, se transformó en un suspiro en 17 en contra y en el haber de Hamilton. El coche de seguridad subsiguiente y un postrero cambio de neumáticos, tras el episodio de lluvia pasajera, dejaron a Lewis primero a Bottas segundo. Kimi Raikkonen, que le estaba guardando las espaldas a Vettel tuvo que conformarse con el tercero final.

Viendo a Lewis celebrar la victoria, tirándose encima de sus mecánicos y luego subiendo extasiado al muro para dedicárselo a los aficionados de Mercedes, venía a la mente la imagen del inglés del sábado, llorando junto a su coche, después de un error infantil que le dejó 14º en parrilla. Todo parece extremo en este piloto tanto en lo bueno como en lo malo. Ayer la remontada se alió con una gran suerte para llevarse el trofeo de ganador.

Por otro lado, es el mejor momento de Ferrari en una década y de Vettel en varios años, pero Seb no lo está pidiendo plasmar en puntos para el Mundial. Le toca empezar casi de cero en un Mundial al que le quedan 10 pruebas.

Adiós a Marchionne

Se da además la dolorosa circunstancia del gravísimo estado de salud, crítico según se apunta, del presidente de Ferrari y del grupo FIAT, Sergio Marchionne, al hombre que fichó a Vettel y que ha reflotado a la ‘Scuderia’ desde la zona media (2014), hasta ocupar hoy el honor de ser el mejor coche actual junto a de Mercedes. Ayer, en una dramática carta de despedida, John Elkann, nieto de Gianni Agnelli y nuevo presidente de la compañía de despedía de su compañero en una emotiva carta. «Esta es sin duda la carta más difícil que he escrito. Es con profunda tristeza que debo decirles que las condiciones de nuestro CEO, Sergio Marchionne, que recientemente se sometió a cirugía, desafortunadamente han empeorado en las últimas horas y eso no le permitirá regresar a su puesto en Fiat Chrysler Automobile», dice la misiva.

Marchionne no pudo disfutrar del doblete ayer pero sabe que su trabajo ha propiciado otros muchos para el futuro y quizás el título de 2018.

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