El estreno de ‘Verano azul’ el 1 de octubre de 1981 cambió la vida de Nerja para siempre. Dejó de ser un desconocido pueblo de la costa oriental malagueña (a 60 kilómetros de la capital), con un turismo emergente gracias a sus famosas cuevas y su parador nacional, para convertirse a partir de ese momento y hasta día de hoy en centro de peregrinación para miles seguidores de una serie que hizo historia.

Burriana beach, Nerja

Cada domingo, a las 16.05 horas, sentaba a la toda la familia frente al televisor y marcó a toda una generación, la que hoy tiene entre los 35 y 50 años. Las aventuras de aquella pandilla de niños y adolescentes (Bea, Desi, Javi, Pancho, Quique, ‘Piraña’ y Tito), que compartían alegrías y preocupaciones con el entrañable pescador ‘Chanquete’ y la pintora Julia durante su veraneo en la playa, quedaron para siempre en el imaginario colectivo con escenas tan míticas como la muerte de ‘Chanquete’ (capítulo emitido el 7 de febrero de 1982), todo un drama nacional que en la época abrió portadas de periódicos, obligó a cambiar horarios de partidos de fútbol y vació las calles de tráfico.

Aquellos episodios, donde se abordaron temas tan espinosos como el divorcio o el desarrollo urbanístico salvaje, lograron conectar con una sociedad que acababa de asistir al golpe de Estado del 23-F y se preparaba para la victoria del PSOE en las elecciones de 1982.

Pero ese ‘fealing’ ya venía de lejos y quedó patente durante los 16 meses de rodaje en un pueblo que «nos lo puso muy fácil», asegura Antonio Pozueco, productor de la serie. «El rodaje fue una auténtica revolución para este municipio, de unos 11.500 habitantes entonces, que se convirtió de la noche a la mañana en un gran plató de televisión, por el que pasó casi todo el pueblo como extra», recuerda Pozueco. Fue una serie que requirió mucha figuración. Hasta 200 personas.

Iglesia El Salvador

 

 

«Pagábamos 1.500 pesetas al día a cada figurante, pero de no haber pagado, estoy seguro de que lo hubieran hecho gratis. La colaboración fue absoluta desde el principio. Ni pagamos al Ayuntamiento por grabar allí ni nos pagó. El entonces alcalde Antonio Jiménez puso la localidad a nuestra disposición; creo que supo ver lo que esa promoción suponía para Nerja, aunque nunca se mencionó en ningún capítulo, solo en los títulos de crédito. No teníamos ni que pedir permiso ni requerir a la Policía Local para cortar las calles; lo hacíamos y ya está, incluso los vecinos apagaban los motores de sus coches para respetar el silencio del rodaje. Fue increíble», rememora el productor.

Antonio Pozueco Productor «El rodaje fue una revolución; por él pasó todo el pueblo como extras»

Rosa Arrabal Alcaldesa de Nerja «’Verano azul’ está en nuestro ADN; por eso hicimos un uso blanco de la marca

Rutas de peregrinación

‘Verano azul’ marcó un antes y un después para esta localidad costera, que su director Antonio Mercero eligió tras recorrerse toda la costa mediterránea. «Nerja es fotogénica; tiene una arena más oscura, que no daba tantos problemas a cámara, y su arquitectura de casas bajas respondía a la filosofía y al mensaje de desarrollo urbanístico sostenible que la serie quería transmitir, tal y como plasmó en uno de sus capítulos», explica Bernardo Pozuelo, arquitecto, edil de Turismo de Nerja entre 1987 y 1991 y amigo personal de Mercero.

En su opinión, la emisión de la serie favoreció un crecimiento de turistas, tanto esporádicos como residenciales, alimentado por la coyuntura socioeconómica del momento, ya que coincidió que los españoles empezaban a salir más de vacaciones y a saborear las mieles del estado del bienestar, y el ‘boom’ turístico. En aquel momento, la Costa del Sol se asociaba a Torremolinos y ‘Verano azul’ «sirvió para poner a Nerja en el mapa», sentencia Juan Carlos Pinilla, presidente de la Asociación de Empresarios.

Casi cuatro décadas después, el efecto ‘Verano azul’ permanece. Son las tres de la tarde y hace un sol de justicia, pero ‘La Dorada 1’, el barco de Chanquete, sigue reuniendo a incondicionales de la serie. Está ubicado a la entrada del pueblo, en el Parque Verano Azul, donde el parking tiene unas placas que recuerdan el nombre de cada uno de los capítulos. Una pareja se afana en buscar la mejor perspectiva para conseguir un trofeo en forma de foto. Quizá desconocen que el barco es una réplica, que el original era un decorado que volvió a los estudios de TVE. Pero da igual. Han logrado llegar al icono de una serie que posiblemente marcó su infancia. Entonces Nerja ya tenía el Balcón de Europa, la única plaza mayor de España panorámica. En el centro del pueblo, en sus callejuelas estrechas y casas encaladas, las tiendas de ‘souvenirs’ dejan ver ahora camisetas del famoso videojuego ‘Fornite’, alguna referencia flamenca, pero ni rastro de ‘Verano azul’.

La sensación es que a Nerja le tocó la lotería sin haber apostado, pero que no supo rentabilizar tanto beneficio. Dice Rosa Arrabal, actual alcaldesa de la localidad, que ‘Verano azul’ «está en el ADN de los nerjeños» y que quizá por eso se ha hecho «un uso blanco» de la marca. La regidora, que de niña asistía encandilada a los rodajes, reconoce que quizá «sí se podía haber hecho más» para explotar un filón que a día de hoy sigue atrayendo a miles de seguidores de la serie, pero que no encuentran ni un modesto mapa en la Oficina de Turismo con las localizaciones principales de la serie para poder visitarlas.

En las actividades que se organizaron con motivo del trigésimo aniversario de la serie, Miguel Joven, el pequeño Tito, natural de Nerja, ya organizó una ruta por los enclaves de la serie, «que prorrogamos durante cinco años dado el éxito». Algunas de esas localizaciones son negocios que hoy, 37 años después, presumen de haber colaborado con la serie. «Gracias a ‘Verano azul’ seguimos creciendo. Acabamos de abrir otro bar y hemos mantenido al personal todo el año», asegura Francisco Fernández, dueño del bar El Molino (escenario de la tasca de Frasco). En los años posteriores a la emisión de la serie, este viejo molino de aceite, hoy un tablao flamenco, duplicó el número de clientes y se vio empujado a abrir por las mañanas para enseñar el local a los seguidores de la serie. «Todavía hoy lo seguimos haciendo».

No es el único cuyo negocio va asociado a la serie. Manuel Jaime, que durante el rodaje puso su taxi a disposición del equipo, sobre todo trasladando a Madrid a Mercero y a Antonio Ferrandis, que detestaban los aviones, montó años después una agencia de viajes que bautizó como Verano Azul. «El negocio funciona por el servicio, pero sin duda el nombre es un reclamo. Yo pedí permiso a los directivos para poder utilizarlo y no hubo problema», explica.

Una experiencia «irrepetible»

Pero si hay alguien en Nerja vinculado a ‘Verano azul’, ese es Francisco Ortega Olalla ‘Ayo’, el empresario hostelero que se interpretó a sí mismo en uno de los capítulos. Su chiringuito en la playa de Burriana (allí hay una escultura en homenaje a Antonio Mercero), que dirige desde 1969, se convirtió en el cuartel general del rodaje. Allí se coció el fichaje de Tito, que entró en la serie después de que renunciara el protagonista inicial «al no aguantar la dureza del rodaje», señala Miguel Joven. Fue ‘Ayo’ quien propuso a Mercero que le hiciera una prueba al hijo de uno de sus camareros, que estuvo la noche anterior memorizando el guion con el chaval de cinco años, al no saber leer. Fue un éxito. Desde entonces Miguel Joven pasó de ser un niño anónimo a estar dos años sin poder bajar a la playa. «’Verano azul’ no me hizo rico, pero la experiencia personal fue irrepetible», declara Joven.

El propio ‘Ayo’ participó en uno de los capítulos: «Necesitaban una yegua y me pagaron 45.000 pesetas por tres días; a mí me dieron lo mismo que al animal», bromea. Desde entonces ‘Ayo’ es una institución en el pueblo, que llega a fotografiarse con cerca de 100 seguidores al día. «Me siento muy orgulloso de haber contribuido al fenómeno Verano Azul», sentencia.

El truco en las escenas de bicis

Los 19 capítulos de ‘Verano azul’ se rodaron durante 16 meses en el pueblo de Nerja, con todas las facilidades del mundo gracias a la colaboración de vecinos y autoridades, pero con el déficit tecnológico de la época. Una de sus escenas más recurrentes y más populares, la de la pandilla de los siete jóvenes en bici, tuvo que grabarse siempre cuesta abajo. Al no llevar micrófonos los actores, requerían de una pértiga que les acompañaba desde un ‘dos caballos’ descapotable. Sin embargo, el ruido del motor se colaba en los diálogos y obligó al equipo a rodar siempre con pendiente a favor para que el coche circulara en punto muerto.

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