El talante contemplativo del personaje de Denzel Washington lo tiene leyendo “En busca del tiempo perdido”.

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Un hombre maduro, introspectivo, lee todas las noches unas páginas de “El viejo y el mar”, en un café de Boston, Massachusetts. Es un paso más en la tarea de cumplir con la lista de “100 libros que hay que leer”: una forma de recordar el hábito de su esposa, ya fallecida. Además, Robert McCall trata de cumplir con la promesa –que también hizo a su mujer– de dejar su antigua vida. Sin embargo, al ver que una prostituta adolescente –la que suele visitar el café– es torturada por su proxeneta, decide volver a la carga.

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Robert McCall tiene algunos predecesores. Desde “Harry el sucio” (del director Don Siegel, 1971), el cine estadounidense exploró la polémica figura del hombre que hace justicia fuera de la ley. Como si los héroes vengadores de los westerns fundacionales hubieran regresado, convertidos en tipos aun más rudos, en un mundo aun más cruel: el de las ciudades modernas, esas que no ofrecen muchas esperanzas en el horizonte que ve el Harry Callahan de Clint Eastwood, o el Robert McCall de Denzel Washington.

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Si se cita a “Harry el sucio” es porque la saga de “El justiciero” ha sido acusada con los mismos rótulos dirigidos a la de Siegel: conservadurismo, fascismo, paternalismo. Una sinopsis de hechos corroboraría esto. En “El justiciero 2”, McCall trata de que su vecino, un joven afroamericano, deje la tentación del pandillaje; ayuda a un anciano en la búsqueda de un familiar perdido; y también lo vemos rescatar a una pequeña niña de las garras de unos gánsteres turcos, a los que da una paliza.

Pero esas son lecturas simplistas. En el caso de McCall, más que un robot asesino como el de “Terminator”, apreciamos una sensibilidad que lo humaniza como a pocos. Ahí están sus largas y tiernas conversaciones, que son de lo mejor del filme, con Susan (Melissa Leo), su mejor amiga y compañera de la CIA, quien lo aconseja y le proporciona información clasificada. Pero también las cómicas charlas con el joven que adopta, y al que le quiere invitar un poco del arroz con pollo que prepara en su cocina.

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Antoine Fuqua, por su lado, es un director que ya había trabajado con Washington en “Día de entrenamiento” (2001) y en “Los siete magníficos” (2016). La química entre director y actor le da una soltura especial a esta cinta de acción que, si bien no es perfecta, es efectiva y no necesita demostrar ningún pedigrí artístico. “El justiciero 2”, por otro lado, le permite sintetizar al actor de “Malcolm X” algunos de sus papeles emblemáticos como hombre de principios férreos, aunque obsesivo y de pasado culpable.

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Hay otro punto en el que no han reparado la mayoría de críticos. Ese es el de los detalles en la configuración del “mito McCall”: a semejanza del personaje de “Día de entrenamiento”, McCall es un conversador con un estilo fascinante, a lo que contribuye el guion de Richard Wenk. Pero no solo eso. McCall, además de ser un solitario algo huraño, es un observador, un personaje contemplativo que mira desde su condición de fantasma.

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En esta segunda entrega, el talante contemplativo de McCall lo tiene leyendo “En busca del tiempo perdido” de Proust. Pero también se enfrentará a sus antiguos compañeros de la CIA, que lo creían muerto. El pasado vuelve en la forma de la melancolía, pero también de la acción dura y cronometrada. Esta tiene su culminación en la última media hora, en un escenario huracanado que hace de esta una sorprendente película de guerra. “El justiciero 2”, con su particular intimismo y elegías de la amistad, esconde el diagnóstico de un mundo violento que puede ser, a la vez, muy bello.

AL DETALLE:
Puntaje: 3/ 5
Título original: «The Equalizer 2».
Género: acción, thriller.
País y año: EE.UU., 2018.
Director: Antoine Fuqua.
Actores: Denzel Washington, Melissa Leo, Pedro Pascal, Ashton Sanders.

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