«Muchas veces vi a las hermanas desnudas en la habitación, mientras él las revisaba», dijo una de las denunciantes.

Un grupo de exmonjas de Chile denunció que fueron víctimas de abusos sexuales por parte de algunos curas durante su estadía en la Congregación de las Hermanas del Buen Samaritano, ubicada en Molina, región de Maule, a 210 kilómetros al sur de Santiago.

«El sacerdote siempre estuvo abusando de las hermanas, sexualmente», dijo la exreligiosa Celia Saldivia, quien no especificó el nombre del cura, según recoge el informe especial «El fin del silencio: ‘No somos esclavas, somos mujeres'», del canal 24 Horas.

«Muchas veces vi a las hermanas desnudas en la habitación, mientras él las revisaba», anadió Saldivia. La exmonja lo encaró en una oportunidad y le preguntó por qué hacía eso, y él le respondió: «Es que yo nunca he visto a una mujer desnuda y quiero verla. ¿Por qué? ¿Qué tiene?».

Eliana Macías, otra de las exmonjas, confesó que fue violentada sexualmente por un sacerdote, cuyo nombre tampoco reveló. «La primera vez que me vio, en Molina (…) se me queda mirando y me dice ‘esos senos están muy abajo‘ y me pescó así para arriba», dijo.

A eso añadió que el cura «entraba a las habitaciones», y precisó: «Entonces justo llegó a mi cama y me levantó la ropa y dijo: ‘Hace mucho frío aquí’. Yo me levanté y dije: ¿quién está aquí?».

Fernando Karadima. Suspendido en 2011 por abusos sexuales a menores (AFP)

Fernando Karadima. Suspendido en 2011 por abusos sexuales a menores (AFP)

En el reportaje también se recoge el testimonio de Yolanda Tondreaux, quien reveló que los abusos comenzaron apenas se puso los hábitos: «[Un cura] me abrazó, me acercó a su pecho, ¡a su pecho!, y después comenzó a darme besitos» que llegaron hasta los labios. Indicó que se zafó del sacerdote «porque me di cuenta, me dio asco».

Abusos de la superiora

Las religiosas dicen haber denunciado los hechos a su superiora, Patricia Ibarra, pero no tuvieron la respuesta que esperaban.

Tondreaux dijo que fue tratada de «mentirosa» por parte de Ibarra, quien además le ordenó confesarse con el cura que al que había denunciado.

Consuelo Gómez, otra de las exreligiosas, dijo que Ibarra la trató «como si fuera una terrorista y me quitó todo» y luego tuvo que transformarse «en la sirvienta de ellas, por haber denunciado el abuso».

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